El mando y control antes de la I Guerra Mundial


 Los sistemas de Mando y Control de los ejércitos en 1914 habían progresado notablemente en ciertos aspectos con respecto a sus antecesores. La tecnología había permitido la aparición de nuevos medios de enlace, como el telégrafo, el teléfono o la radio. El sistema de Estados Mayores había alcanzado un desarrollo importante, convirtiéndolos en eficaces auxiliares de los Generales.
Sin embargo, el crecimiento poblacional e industrial que trajeron las mejoras en la medicina y la Revolución Industrial, añadidos a los sistemas de servicio militar obligatorio, se habían traducido en un enorme crecimiento de los ejércitos. Desde mediados del siglo XIX, estos habían ido aumentando progresivamente en tamaño, hasta llegar a ser difícilmente manejables: como ejemplo, la Grande Armée con la que Napoleón había partido a la campaña de Rusia contaba con 600.000 hombres, articulados en seis Cuerpos de ejército; en agosto de 1914, el ejército francés antes de la movilización alcanzaba los 882.907 efectivos (distribuidos básicamente en 686 Batallones de Infantería, 365 Grupos de Caballería, 855 Baterías de Artillería y 191 Batallones de Ingenieros), a los que se añadieron 2.971.000 más con la movilización (organizados en 1.636 Batallones de Infantería, 600 Grupos de Caballería, 1.527 Baterías de Artillería y 528 Batallones de Ingenieros).
Este incremento del tamaño de los ejércitos hacía muy difícil para sus jefes recibir información de sus unidades o impartir órdenes a todas ellas, por dos razones principales: su zona de acción era inmensa (resultó ser incluso mayor de la que esperaban los profesionales de la milicia en su momento, llegando a cubrirse miles de kilómetros de líneas guarnecidas), y su propia entidad obligó a crear nuevos niveles de mando: la Gran Unidad ejército y, posteriormente, el Grupo de ejércitos. Estos nuevos niveles de mando alargaban las cadenas jerárquicas y prolongaban el tiempo necesario para tomar decisiones, especialmente en aquellos ejércitos altamente centralizados.
Tradicionalmente los sistemas de enlace de los ejércitos se basaban en mensajeros que, a pie o a caballo, permitían el intercambio de información entre los jefes y sus unidades. En los relativamente reducidos campos de batalla de principios del siglo XIX, el retraso en el intercambio de información rara vez superaba unas pocas horas, y en la mayoría de los casos se reducía a escasos minutos. En cambio, la comunicación entre las capitales y los ejércitos desplegados en provincias o países lejanos podía implicar retrasos de semanas o meses. En consecuencia, los generales estaban obligados a mantener cierta independencia de sus jefes, pero disponían de suficiente control sobre sus unidades en combate.
La introducción del telégrafo a mediados del siglo XIX, permitía a los generales la novedad de poder mandar sus ejércitos desde posiciones relativamente retrasadas, fuera del campo de batalla. A cambio, el control sobre los ejércitos desplegados se hizo más estrecho, al poderse comunicar por este medio los niveles políticos con los Cuarteles Generales desplegados. Sin embargo, los tendidos telegráficos eran lentos de realizar, muy vulnerables y muy rígidos, por lo que no siempre se disponía de estos tendidos en los lugares necesarios y en los momentos oportunos. En realidad, la aparición del telégrafo solucionó en cierta medida los problemas de enlace entre ejércitos o Grandes Unidades muy separadas, pero no los de enlace en el propio campo de batalla, donde rara vez había tiempo de realizar o modificar los tendidos telegráficos existentes.
En consecuencia, los ejércitos seguían confiando en el tradicional sistema de mensajeros para efectuar el enlace dentro del campo de batalla, pese a que el creciente tamaño de las fuerzas desplegadas hacía que los campos de batalla fuesen progresivamente más extensos. En consecuencia, los tiempos necesarios para que los mensajeros alcanzasen sus destinos era cada vez mayor. De la misma manera, la aparición de nuevos niveles de mando retrasaba el flujo de información y órdenes entre el General en Jefe y las unidades ejecutantes.
La aparición del teléfono de campaña a finales del siglo XIX permitió superar algunos de estos obstáculos, proporcionando un medio de tendido más sencillo y algo menos vulnerable, al tender los hilos directamente sobre el terreno, sin necesidad de postes. Sin embargo, en 1914, no era un medio apreciado por los profesionales de la milicia: se consideraba que el campo de batalla futuro se caracterizaría por la movilidad, y no se pensaba que los lentos tendidos telefónicos podrían seguir el ritmo de las tropas. En consecuencia, en 1914, el enlace se seguía basando fundamentalmente en el empleo de mensajeros.
La aparición de la radio a principios del siglo XX permitía el enlace sin la necesidad de los lentos tendidos de cable. Sin embargo, en 1914 los equipos de radio disponibles se basaban en tecnología de válvulas de vacío, muy frágiles, y eran medios muy pesados y necesitados de mucha potencia eléctrica. Los sistemas de sintonización eran manuales, por lo que el establecimiento del enlace requería personal muy instruido (y, muchas veces, una dosis importante de suerte). Esto no los hacía aptos para las unidades móviles, sino solamente para los Cuarteles Generales de niveles de mando muy elevados o para buques de guerra de tamaño importante (acorazados y cruceros, en principio). En consecuencia, la radio antes de 1914 complementaba o sustituía al telégrafo, pero no tenía aplicación práctica para las unidades dentro del campo de batalla.
El sistema de enlace en 1914 se basaba en consecuencia en el telégrafo, el teléfono o la radio para el enlace entre los Cuarteles Generales de nivel más elevado y las Grandes Unidades de nivel ejército o Grupo de ejércitos (rara vez se desplegaban estos medios al nivel Cuerpo de ejército, unidad que se consideraba demasiado móvil para depender de tendidos o para transportar los pesados equipos de radio y sus medios de alimentación eléctrica). Estos Cuarteles Generales enlazaban con los de nivel inferior vía telégrafo y/o teléfono de campaña (tendido por los equipos militares). Por debajo de este nivel, en el campo de batalla, las Divisiones y niveles inferiores recurrían generalmente a los mensajeros.
Otros medios de enlace empleados (especialmente entre elementos de mando estáticos) eran las palomas mensajeras. Dada la movilidad esperada del combate, su uso quedaba reducido a los Cuarteles Generales de niveles altos y relativamente estáticos.
En escenarios favorables, se recurrió en ocasiones al heliógrafo (caso de las operaciones españolas en el Norte de África) o a las estaciones fijas de señales de semáforo.

Comentarios